Migraña y conducción, ¿cómo puede afectarnos?
La migraña es un tipo de cefalea que causa un dolor significativo durante horas o días. Suele provocar un latido intenso o sensación pulsante en un área de la cabeza, aunque puede ser en ambos, y suele venir acompañado de náuseas, vómitos y sensibilidad extrema a la luz y el sonido. La migraña afecta en torno al 11% y 22% de la población y, para quien lo sufre, conducir puede llegar a resultar una tarea prácticamente imposible.
Tal y como recoge el informe ‘Cefaleas, migraña y riesgo para la conducción de vehículos: conocer primero para prevenir después’, realizado por el Área de Prevención y Seguridad Vial de Fundación MAPFRE, la migraña se encuentra dentro de las cefaleas primarias, que son las más frecuentes, y que se caracterizan por ser recidivantes y de curso benigno. En este grupo está la migraña sin aura, la migraña con aura, cefalea tensional, cefalea crónica diaria por abuso de medicación y cefalea en racimos. En ocasiones, las migrañas son precedidas o acompañadas por síntomas de advertencia como destellos de luz, puntos ciegos o sensación de hormigueo. Es conocido como ‘aura’.
Entre los síntomas de riesgo que encontramos en la migraña, está el dolor de intensidad y duración variable y síntomas visuales limitantes como centelleo, destellos, fotofobia, lagrimeo… Esto es especialmente peligroso si tenemos en cuenta que el 90% de la información que recibe el conductor proviene de la vista. También se pueden producir síntomas sensitivo-motores en miembros superiores o inferiores, reversibles (hormigueo, pérdida de fuerza o sensibilidad, alteraciones de la movilidad), mareos, alteraciones del equilibrio o la estabilidad, náuseas o vómitos, somnolencia, alteraciones de la concentración, letargo y agotamiento.
Por todo ello, antes de ponernos al volante, ya sea para ir al trabajo como si desarrollamos nuestra jornada laboral a bordo de un vehículo, debemos valorar y evaluar nuestra situación, así como tener en cuenta los efectos adversos de los fármacos que vayamos a utilizar o estemos consumiendo para su tratamiento.
En este sentido, debemos apreciar la dificultad que la migraña nos está produciendo para la concentración, las posibles alteraciones de la visión que suframos, la fatiga, la lentitud de respuesta y falta de coordinación motora, la reducción de la alerta y la atención, la disminución en la percepción del riesgo, los trastornos del ánimo y del sueño…
La acción de conducir un vehículo o de manejar cualquier máquina compleja requiere de todos nuestros sentidos y que estemos al 100 por 100. Por ello, se desaconseja totalmente la conducción en episodios de migraña. Por supuesto, todo depende de la gravedad y de cada paciente. El especialista médico será el encargado de valorar la idoneidad del conductor para seguir circulando durante el tratamiento.
En caso de tener un episodio de migraña durante la conducción, se aconseja parar inmediatamente el vehículo en una zona segura, solicitar ayuda y no forzar la conducción.
Evitar su aparición al volante
Para evitar en todo lo posible su aparición o su empeoramiento mientras se conduce, se recomienda no discutir con compañeros de viaje y no llevar la radio con mucho volumen. También tendremos que evitar los destellos luminosos y la insolación.
Se debe procurar adoptar una postura confortable en el vehículo para evitar posturas forzadas, movimientos repetitivos y sobreesfuerzos musculares de la columna vertebral que podrían desencadenar o potenciar la cefalea.
Además, debemos tener en cuenta que la fatiga y el sueño producen cefalea y, a su vez, la fatiga y la cefalea podrían incrementar la somnolencia mientras se conduce un vehículo. Por ello se debe descansar lo suficiente.
También debemos evitar la ingesta de fármacos que puedan ocasionar somnolencia o cefalea como efecto adverso o que potencien este efecto junto con la medicación prescrita para la cefalea.
Se aconseja llevar un informe médico con los datos básicos de la enfermedad. Por supuesto, no se debe volver a conducir tras el cese inmediato de la crisis.