Todo lo que debes saber sobre el nuevo límite de alcoholemia y su implantación en España
En 2023 hubo 268 personas fallecidas en siniestros viales, en los que al menos una persona conductora dio positivo en la prueba de alcohol, según el informe ‘Las principales cifras de la siniestralidad vial (2023)’, de la Dirección General de Tráfico (DGT). Y es que el alcohol sigue siendo, hoy en día, uno de los principales causantes de los siniestros viales. La actual tasa máxima de alcohol permitida a los conductores es de 1990, pero la movilidad y el perfil de los usuarios han cambiado de forma drástica en estos más de 30 años, por lo que modificar dicha tasa es algo más que necesario para avanzar en la mejora de la seguridad vial. Este cambio supondría una modificación del artículo 20 del Reglamento General de Circulación.
Actualmente en España la tasa máxima de alcohol para conducir está fijada en 0,3 g/l en sangre para conductores noveles y profesionales (0,15 mg/l en aire espirado), y 0,5 g/l de sangre para conductores en general (0,25 mg/l en aire espirado). Sin embargo, esta tasa máxima sufrirá modificaciones importantes para combatir la conducción bajo los efectos del alcohol: la nueva tasa de alcoholemia, que entrará en vigor con la publicación en el BOE del real decreto de modificación del reglamento, se espera para el próximo año 2025.
EUROPA COMO REFERENTE
Suecia y Noruega son dos ejemplos de países que han apostado por la tasa máxima de 0,2 gramos por litro de alcohol en sangre. España seguirá próximamente sus pasos, ya que el Congreso de los Diputados ha respaldado una proposición no de ley presentada por el grupo parlamentario del PSOE. De esta forma, los conductores que superen los 0,2 gramos por litro en sangre o los 0,1 miligramos por litro de aire espirado serán sancionados. La tabla de sanciones según el límite que se supere quedará reflejada en el texto legal que se apruebe.
Una de las grandes novedades propuestas es que no haya diferencia entre conductores noveles, profesionales y habituales. Todos ellos tendrán la tasa máxima de alcohol en sangre fijada en 0,2 gr/l de sangre (0,1 gr/l aire espirado). El motivo de no implantar la tasa 0 no es otro que permitir cierto margen de error, propio de cualquier aparato de medición.
Hay que destacar que, además, la proposición prohíbe la difusión, por medios públicos o privados, de dónde están ubicados los controles policiales de drogas y alcohol, algo muy habitual en ciertas aplicaciones digitales y grupos de usuarios organizados. Difundir esta información puede ser considerado infracción muy grave, siendo el responsable de la infracción, la persona que difunde el contenido.
Se espera que la nueva tasa entre en vigor lo antes posible, pero todavía queda un largo camino por recorrer como, por ejemplo, pasar por un proceso de consulta pública, los correspondientes informes ministeriales o la revisión por el Consejo de Estado.
EFECTOS DE LA PRIMERA GOTA
Los efectos del alcohol sobre la capacidad para conducir comienzan desde el primer trago, incluso a niveles muy bajos. Por ello, es importante no correr riesgos siempre que se vaya a conducir. Y es que el alcohol produce alteraciones del comportamiento y afecta a casi todas las capacidades psicofísicas necesarias para una conducción segura.
Por supuesto, cuánto más alcohol se ha consumido, mayores son sus efectos y más peligroso es ponerse al volante. Antes de llegar a los 0,5 g/l, ya comienzan a surgir las primeras alteraciones perceptivas, se altera la toma de decisiones y hay cierta excitabilidad emocional y desinhibición. Con el primer consumo de alcohol la velocidad se subestima y hay una mayor tolerancia el riesgo. Ya se incrementa el tiempo de reacción y surgen problemas de coordinación motora y psicomotora. También hay alteración en la precisión de los movimientos, según recoge la Dirección General de Tráfico.
De 0,5 g/l a 0,8 g/l, hay una peor percepción de las distancias y problemas para adaptar la visión a los cambios de luz. El conductor que se encuentra entre esta franja también experimenta una mayor sensibilidad a la luz roja, alteraciones en la toma de decisiones, falsa sensación de seguridad en si mismo, impulsividad, agresividad, perturbación del equilibrio, alteraciones motoras y psicomotoras y mayor número de errores durante la conducción. También surge la fatiga y se incrementa la somnolencia.
A partir de 1,5 g/l y hasta 2,5 g/l, la conducción se vuelve altamente peligrosa, aunque en los estadios anteriores también lo era. En este momento, surgen graves problemas perceptivos como, por ejemplo, visión doble, visión en túnel y deslumbramientos. La atención se ve muy mermada y hay grandes alteraciones en la toma de decisiones. Se sobreestiman las propias capacidades y el conductor adquiere un comportamiento impulsivo impredecible. El tiempo de reacción se ve muy afectado y hay problemas de coordinación y percepción de los movimientos.
Tráfico también recoge que entre los 1,5 g/l y los 2,5 g/l aparecen graves problemas preceptivos y atencionales, la toma de decisiones se ve muy afectada, se producen comportamientos titubeante impulsivo e impredecible y hay alteraciones de control y la coordinación motora.
La conducción se vuelve totalmente imposible a partir de los 3 g/l. A partir de este momento, el conductor experimenta una embriagues profunda y un estado progresivo de inconsciencia. Hay una gran posibilidad de entrar en coma, especialmente a partir de los 4 g/l, e incluso de muerte con más de 5 g/l.
Por último, hay que tener en cuenta que el alcohol no afecta a todo el mundo por igual. Hay factores que influyen de una manera determinante como el tipo de bebida que se ha consumido (si es destilada o se si se ha mezclado con bebidas gaseosas), si se ha ingerido o no alimentos previamente, el grado de tolerancia, la habitualidad, el peso de la persona, el sexo, la edad o la rapidez con la que se ha ingerido la bebida, entre otros.
La mejor decisión es sólo conducir con la tasa 0. Al volante no se deben correr riesgos.